Durante este periodo de confinamiento las pérdidas han sido muchas. Pérdidas dramáticas de seres queridos, del lugar dónde vivir, de qué comer, de los abrazos, de los besos, del tacto y del libre movimiento. Y también benéficas: de lo superfluo, de la banalidad, de las personas que son prescindibles, del ruido, de la música excesivamente alta, de demasiada gente subida en sus coches o motos generando más .
Sin embargo , estas pérdidas han traído nuevos descubrimientos : a ese vecino que te ayuda y a aquellos que colaboran en los bancos de alimentos, seres humanos concienciados que han vencido el miedo y han salido a la calle a recoger comida, cocinarla o distribuirla. A pesar de que deja un sabor agridulce, porque todos tenemos derecho a un trabajo remunerado con el que conseguir comida y techo, no es bueno que haya mucha gente dependiendo de la caridad ajena. Y, también, hemos tenido la posibilidad de reconocer como sociedad el concepto de Salud, que sin todos implicados en ella no se salvaguarda , y valorar a aquellos profesionales sin quienes no habríamos podido salir de la fase Cero.
Hemos descubierto el olor de la Naturaleza, porque sí, huele y tiene colores y sonidos especiales. Los que tenemos la suerte de vivir en un pueblo es tangible todo lo bueno que nos da. Y en las ciudades si hay cerca un árbol, de ahí la importancia de los árboles urbanos. La Tierra , nuestra casa, es tan rica que florece en cualquier lugar , solo hay que darle la oportunidad y así algunos recuperaremos sonidos y olores de antaño y otros los conocerán .
Este periodo de inactividad ha sido muy duro y terrible en algunos sentidos, pero en otros ha supuesto una nueva ocasión para ver cosas que ya existían, aunque las habíamos eclipsado con una estilo de vida, que seguramente haya que replantearse. Ha servido para recuperar la literatura, el placer de la lectura, la música, la pintura, la fe en todas sus extensiones, redescubrir amigos, familia o pareja y nuevos usos de aplicaciones informáticas que han facilitado otra necesidad básica del ser humano: comunicarse . Y hasta hemos visto delfines próximos a nuestra costa.
En mi caso he escuchado el sonido del Finestrat de antes, del que recuerdo en mi infancia, el trinar de los pájaros y ese silencio reparador que impulsa el proceso creativo ,y el olor a aire limpio ,que ,al respirarlo, me ha evocado al aroma de café en casa de mis abuelos, ese pueblo que fue y que añoro muchas veces, y que la covid -19 me permitió volver a disfrutar .
Ya en Fase Dos de desescalada oigo el ruido de los tubos de escape de los coches y motos y los gritos incesantes de los humanos que pasan por mi calle . Regresa la prisa .
Hoy empieza la fase Tres. Se acabó el espejismo.